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19 octubre 2020

Poesía mística: ¿Entretenimiento de religiosos ociosos, sugestión autoinducida o contacto real con la divinidad?

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 Conferencia impartida el 24 de noviembre de 2018 en el III Encuentro de Escritores Indie, de San José de la Rinconada, Sevilla.

Poesía mística: ¿Entretenimiento de religiosos ociosos, sugestión autoinducida o contacto real con la divinidad?

Qué tema tan complejo ¿verdad? ¿Qué creéis que es la poesía mística? ¿Lo primero? ¿Lo segundo? ¿O lo tercero?

Os lo voy a poner más fácil. Vamos a reducir las opciones de tres a dos. ¿Es la poesía mística un simple género literario de expresión de emociones puramente humanas, como podría ser la novela romántica, o los poemas épicos? ¿O realmente encierra algún tipo de experiencia trascendente, real o imaginada? ¿Qué pensáis?

Esta cuestión no es menor. Si os quedáis con la primera opción, no hay mayor problema, enfocamos esas obras desde el punto de vista literario y se acabó. Pero... ¿Qué pasa si nos decidimos por la segunda? Estamos hablando de la posibilidad de que alguien nos esté contando algo tan gordo como la existencia real de ese concepto, tan denostado actualmente, llamado “NOUS”, “INTELIGENCIA SUPREMA”, una entidad completamente real que abarca toda la Existencia.

Estudios sobre la mística hay cientos, cuando no miles, de mentes infinitamente más preclaras que la mia. Todos ellos nos hablan del modo en que reconocidos autores nos han comunicado una experiencia de contacto con la divinidad. Sin embargo, todos se centran en conceptos tales como el nacimiento del género, las posibles influencias de y hacia otras obras, en la métrica... No he llegado a encontrar ningún estudioso que haya dicho: Espera un momento... ¿qué me está diciendo este tipo? ¿Que ha podido contactar con una Realidad Superior?

En esta charla no voy a expresar mi opinión personal, aunque supongo que se podrá deducir de su contenido. Me voy a limitar a exponer hechos objetivos. Que cada cual saque su conclusión.

Antes de abordar la parte literaria, quiero traer tres ejemplos del mundo de la ciencia que tienen mucho que ver con este asunto.

Sir Alfred Hoyle fue un astrofísico inglés, profesor del Instituto de Astronomía de Cambridge, y receptor de numerosas distinciones y reconocimientos. Su mayor contribución al mundo de la ciencia fue su teoría de la nucleosíntesis estelar, en la que explica la síntesis del carbono.

En su libro El Universo Inteligente, reconoce que la vida no puede haberse producido por casualidad a base de un encuentro al azar de sus componentes químicos en una sopa orgánica. Hoyle dice que pensar eso es mentalidad de trapero. Estas palabras las explica de esta manera:

“En una trapería se encuentran todos los fragmentos y las piezas de un Boeing 747, sueltos y desordenados. Ocurre que un tifón se abate sobre la trapería. ¿Cuál es la probabilidad de que después encontremos un 747 totalmente ensamblado y listo para volar? Es tan pequeña que resulta despreciable, incluso en el caso de que el tifón soplara en tantas traperías que llenasen por completo el Universo”.

Y remata:

“En definitiva, no hay ni un ápice de evidencia objetiva en favor de la hipótesis de que la vida empezase en una sopa orgánica aquí, en la Tierra... ¿por qué los biólogos se entregan a fantasías no contrastadas, negando lo que es patente y obvio, es decir, que las 200.000 cadenas de aminoácidos, y por tanto la vida, no aparecieron por casualidad?”

La propia racionalidad científica propició que el ateo convencido y confeso se cuestionase las que, también por razonamientos lógicos, había convertido en sus creencias.

Como era de esperar, después de realizar tal afirmación, la comunidad académica le negó todos los reconocimientos y renegó de él.

El segundo caso es el de Srinivāsa Rāmānujan, un matemático autodidacta indio de procedencia humilde, y que elaboró teorías tan avanzadas que sólo ahora se están empezando a comprender. Cuando todavía vivía en su aldea, recibía visiones de complejas fórmulas matemáticas que luego se demostraban correctas. Ramanujan atribuía su perspicacia a su deidad familiar, "Mahalakshmi de Namakkal". Buscó la inspiración en su diosa, y afirmó que alguna vez soñó con gotas de sangre que simbolizaban a "Narasimha", el consorte masculino de dicha deidad, recibiendo a continuación visiones de rollos de contenido matemático complejo que se desarrollaban ante sus ojos. A menudo decía que «una ecuación para mí no tiene sentido, a menos que represente un pensamiento de Dios».

Por último, me quiero referir a Grigori Perelman, un peculiar matemático ruso que resolvió La conjetura de Poincaré, uno de los denominados Siete Problemas del Milenio.  Perelman malvive con la humilde pensión de su madre en un pequeño apartamento, retirado del mundo de las matemáticas –y del mundo en general-, tras haber rechazado el premio de un millón de dólares por tal descubrimiento.  Un amigo suyo reconoció en el diario Pravda que Perelman es un hombre profundamente ascético y espiritual. Su apartamento está profusamente decorado con iconos: Él lleva barba y grandes crucifijos, y tiene siempre un rosario en el bolsillo. Reza cada noche y está convencido de haber logrado probar matemáticamente la existencia de Dios".

¿Cuántos destacados científicos habrán recibido sus ideas de este modo y han ocultado su fuente por miedo al ridículo o a perder su confortable posición social?

Vuelvo al tema que nos ocupa, pero voy a tomar el camino más largo. Os voy a proponer un juego.

Voy a centrarme en varios índices, para nada científicos, y comprobaremos si tienen alguna relación con la potencia política dominante en ese momento.

Empezaremos en el siglo XX. El primer premio Nobel se concedió en 1901. ¿Cuál es el país con más premios Nobel de la Historia? Estados Unidos, con 356, seguida de lejos por el Reino Unido, con 121. Sin duda, el siglo XX ha sido el siglo de los Estados Unidos, que tomó el relevo al imperio británico.

Si nos vamos al siglo XIX, no tenemos un barómetro tan claro como los Nobel, pero tenemos Wikipedia. Si introducimos filósofos del siglo XIX, la referencia con más entradas es Alemania; lo mismo con Botánicos, con 577 entradas; o Astrónomos, con 65 entradas.

Cuando retrocedemos hasta el XVIII, el liderazgo se lo lleva Francia, con 30 páginas de astrónomos o 47 de matemáticos frente a las 19 de Alemania.

Parecería que así podríamos seguir, y siempre se cumpliría la misma regla: El país más poderoso de cada momento histórico suele ser el que más sabios aporta a la comunidad científica.

Pero fijaos en una cosa. Decidme tres astrónomos, matemáticos o físicos españoles del Siglo de Oro, el momento de mayor esplendor de España, la primera potencia intercontinental de la historia, la que más territorio llegó a tener a lo largo de todo el mundo. Sólo tres... Me parece que si quitáis a Miguel Servet, pocos más tenemos, ¿no? Sin embargo... ¿a que me sabríais decir más de tres místicos españoles del mismo tiempo? Como mínimo, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y San Juan de Ávila.

Si volvemos a Wikipedia y consultamos Misticismo español, no es que nos encontremos a tres figuras, es que tenemos diferentes escuelas ascéticas: la dominica, franciscana, agustina, carmelita, jesuita, benedictina, cartuja, capuchina...

¿Qué pasa aquí? ¿Tan torpes somos los españoles para las cosas científicas? ¿Acaso tenemos un gen diferente que nos hace ineptos para la intelectualidad? ¿Acaso el sol y el buen tiempo te invitan más a sentarte en una terraza a tomar cervezas que frente a un papel a realizar ecuaciones? ¿O será que la LOGSE empezó a aplicarse tras la reconquista de Granada?

¿De verdad España perdió su oportunidad de aportar a la humanidad grandes mentes, siendo la principal potencia mundial en uno de los periodos más grandes de la cultura universal?

A primera vista podría parecer que sí, que  mientras Kepler descubría las órbitas elípticas; Newton, la ley de la gravedad; o Galileo inventaba el telescopio, aquí en España nos dedicábamos a rezar con San Pedro de Alcántara o a reírnos con el teatro de Lope.

Algo no cuadra, porque el hecho es que todos los avances en astrofísica europeos que comenzaron en esa época, tienen su raíz en la astronomía toledana, con las Tablas Alfonsíes y las Tablas Toledanas como máximo exponente. Es decir, que desde el siglo XI hasta el mismo Renacimiento, las investigaciones científicas españolas fueron un referente en toda Europa.

Pero hay más. El hombre que crea el método científico moderno, Abū ‘Alī al-Ḥasan ibn al-Ḥasan ibn al-Hayṯam, más conocido como Alhacén, después de su reclusión en Egipto, acudió a Al Andalus a ampliar su formación.

Entonces... ¿Qué ocurrió para que, de repente, los principales intelectuales españoles se olvidasen del mundo físico y se lanzasen en tropel a encerrarse en austeras celdas a desperdiciar su preciado talento en escribir versos que, quitando la paz espiritual, en poco o en nada ayudarían a la evolución material del ser humano?

Escuchad esto:

Se ha de guardar esta regla en la interpretación de toda escritura: que de dos partes está compuesta; una de fuera, de sentido simple literal; y otra de dentro, de misterio encerrado. Ambas son como cuerpo y alma, de modo que, no prestando mucha atención al literal, es preciso mostrar el máximo respeto al misterio que está dentro. Tales son casi todas las escrituras de los poetas, y entre los filósofos, las de Platón y de los que le siguen; y sobre todo están muy llenas de misterio las Escrituras Sacras.

 Quien escribió esto es uno de los hombres que sentaron las bases para que la ciencia pudiese explotar tras quitarse el lastre de la religión mal entendida; alguien que decía: Cuando tengo un poco de dinero, me compro libros. Si sobra algo, me compro ropa y comida.

¿Sabría el autor de esta cita que su nombre, Erasmo, es una evolución de Hermes -a través de su genitivo, Hermo-, el dios encargado de transmitirle al hombre las palabras de la Suprema Divinidad? ¿Cuáles son los misterios de los que hablaba Erasmo de Róterdam?

Voy a hablaros del que considero el libro de los libros, del que estoy enamorado por encima de todos los demás. No es de los más conocidos; al contrario, diría que es un gran desconocido, a pesar de que se trata del primer libro del que se tiene constancia en Europa: el papiro de Derveni.

En 1962, un grupo de arqueólogos se encontraban trabajando en el yacimiento de la pequeña localidad de Derveni, cercana a Tesalónica.  Allí, protegida de la destrucción -del tiempo y el hombre- por toneladas de tierra, hallaron una jarra de bronce que contenía varios objetos funerarios y restos de un papiro quemado. Este documento pertenece a una religión mistérica griega, el orfismo, y su contenido es de lo más sorprendente. Se trata de un texto interno de la congregación, de uso exclusivo para los iniciados.

Uno de los mayores expertos mundiales en este documento, el profesor Alberto Bernabé Pajares, catedrático de Filología Griega en la Universidad Complutense de Madrid, ha reflexionado sobre el hermetismo que encierra este papiro en “La teogonía órfica del papiro de Derveni”.

En la página 321, el profesor Bernabé traduce un fragmento muy curioso:

Así que dice (Orfeo) que este Crono nace del Sol y de la Tierra, porque (los seres)  tuvieron su origen por el chocarse de unos contra otros por causa del sol.

La segunda parte de este texto se interpreta a la luz de la afición etimológica del comentarista unida a su método alegórico, que le llevan a explicar Χρόνος a partir del verbo Χρούω, que no es ‘tiempo’, sino ‘entrechocar’, …”

Un poco más adelante, el profesor Bernabé hace una llamativa afirmación:

“Esta pintoresca explicación etimológica le permite sustituir alegóricamente la genealogía tradicional Cielo-Crono por una especie de interpretación atomista en la que intervienen el sol como fuente de calor y la actuación mecánica de una serie de partículas que se entrechocan, al modo de la teoría atomista…”

¿Sabíais que, según la teoría del Big Bang, después de la inflación cósmica y la radiación de fondo de microondas, sobrevino una “Edad Oscura” en la que, debido al enorme calor, las partículas subatómicas se movían con tal velocidad, y se entrechocaban con tal violencia, que, en lugar de unirse para crear materia compleja,  permanecían como una sopa de elementos dispersos? ¿Sabíais que esa fase, la “Edad Oscura”, se llama así  porque los fotones que trataban de escapar de la masa surgida de la Gran Explosión eran inmediatamente reabsorbidos por la enorme densidad de dicha sustancia, y el Universo se convirtió en un lugar absolutamente oscuro, pero lleno de materia? ¿Habrá alguna relación entre este hecho y que Cronos sea el dios que devoraba a sus hijos en el mismo momento de nacer?

 Vámonos a la columna 21. Allí, el autor del papiro nos habla de Zeus, el hijo de Cronos, y dice así:

“[el principio de esta columna se ha perdido por el fuego] … ni el frío al frío. Al decir “emparejar“, Orfeo deja claro que, dividida la sustancia emanada de Cronos en pequeños trozos [¿partículas subatómicas?], éstos empezaron a moverse y a emparejarse [gracias al frío], y, al emparejarse, se unían unos con otros. Se estuvieron emparejando hasta que cada uno acabó reunido con su semejante. Afrodita Urania, y Zeus, y lo afrodisíaco, y emparejar, y Peito, y Harmonía son nombres del mismo dios [que, por medio del frío, une partículas entre sí]”.

La palabra griega aquí empleada para referirse a “emparejar” es ζευγάρωμα (transliterado, zeugároma), y zeugároma, “emparejamiento”, tiene la misma raíz que yugo, o que cigoto... y también tiene la misma raíz que Zeus. Es decir, nos encontramos con una nueva asimilación del nombre de un dios con una palabra que hace referencia a un principio físico.

Fijaos cómo define Homero al reino de Zeus, el Olimpo. En la Ilíada, Canto I, verso 414, se dice:

Yo misma iré al nevado Olimpo y hablaré a Zeus...”

O en el canto XVIII, verso 184:

“Me manda Hera, la ilustre esposa de Zeus, sin que lo sepan el excelso Cronida ni los demás dioses inmortales que habitan el nevado Olimpo

O en el mismo canto, verso 614:

“Y Tetis saltó, como un gavilán desde el nevado Olimpo, llevando la reluciente armadura que Hefesto había construido”.

Volviendo al Big Bang, cuando la materia subatómica presente en la Edad Oscura se enfrió, las partículas empezaron a emparejarse y a formar los átomos que componen toda la materia que hoy conocemos. Y si todavía existe el mundo físico, es porque vivimos en el reino de Zeus, es decir, en el nevado Olimpo, en un universo frío, gracias a lo cual, es posible que las partículas subatómicas puedan mantenerse unidas formando átomos, y estos, a su vez, unidos entre sí, formando moléculas.

Parece que los autores del Papiro de Derveni realizan una definición de la creación del Universo idéntica a la que hace menos de un siglo promulgó Einstein, salvo que le añade el concepto “Nous”, “Inteligencia Divina”.

¿Qué enseñanzas se escondían en el seno de tales escuelas mistéricas? ¿Eran supersticiosos los griegos por añadir una “chispa divina” a un concepto de la creación que podría calificarse de actual? ¿De dónde obtuvieron los hombres del siglo IV antes de Cristo semejantes ideas?

O, más ampliamente, ¿de dónde vienen las ideas?

En una entrevista a Javier Sierra, a raíz de la concesión del Premio Planeta por su novela “El fuego invisible”, el escritor responde:

Desde Mark Twain a Victor Hugo, pasando por españoles como Unamuno o Valle-Inclán o Borges, se han preguntado en alguna ocasión de dónde vienen sus ideas, y han ofrecido todo tipo de especulaciones sobre esa cuestión. A mí me intrigaba esa obsesión de los creadores sobre este particular, porque muchos creen que las grandes obras maestras no son de ellos, sino que han sido dictadas. Incluso los grandes músicos escuchan sus melodías como si alguien se las susurrara. En la antigüedad eran las musas, en el siglo XIX los espíritus y ahora se habla de biología molecular. Pero sigue siendo un misterio de dónde vienen las ideas, y me he querido enfrentar a este tema en clave de novela.”

En su novela, Sierra cuenta que Dimitri Mendeleiev ordenó la tabla periódica de elementos en un momento, no de plena consciencia analítica, sino de ensoñación; lo mismo que August Kekulé para hallar la fórmula del benceno. Pero lo que más llamó mi atención fue la referencia que hace a unos daimones, una especie de barrera que debe atravesar  la persona que desee conocer esa REALIDAD SUPERIOR, con mayúsculas.

Cuando leí la novela entendí lo que quería decir, porque ya había leído el papiro de Derveni mientras me documentaba para mi libro.

Ya lo dice Orfeo:

 “Las oraciones y los sacrificios apaciguan a las almas, y la canción encantadora de los magos es capaz de eliminar a los daimones obstaculizadores. Los daimones impenitentes son almas vengativas. Esta es la razón por la cual los magos realizan el sacrificio, como si estuvieran pagando una penalización. En las ofrendas vierten agua y leche, de la cual también hacen las libaciones. Sacrifican innumerables tortas nudosas, porque las almas también son innumerables. Los iniciados hacen el sacrificio preliminar a las Euménides, de la misma manera que los magos. Porque las Euménides son almas “.

 

Es decir, en el papiro de Derveni se habla de dos tipos de entidades que tratan de obstaculizar el acceso a la Fuente Universal de Conocimiento: los daimones y las Euménides.

Si comprobamos  los relatos de los místicos cristianos que dicen que han accedido al mundo superior, podemos comprobar que cuentan las mismas cosas que los paganos de la antigüedad. El procedimiento para alcanzar la unión con la misma Gran Unidad consta de tres fases bien definidas:

  • Vía purgativa: en la que el alma se purifica de sus vicios y sus pecados
  • Vía iluminativa: una vez purificada, el alma se ilumina al someterse total, única y completamente a la voluntad de Dios. En esta fase, el demonio acude en ese momento, y el alma debe soportar todo tipo de tentaciones y seguir la luz de la fe confiando en ella y sin engañarse.
  • Vía unitiva: el alma se une definitivamente a Dios

Es posible que esta alusión a un demonio que trata de obstaculizar el acceso del alma a la verdadera morada divina sea una adaptación moderna de las antiguas teorías de daimones y Euménides.

Volviendo a los poetas místicos del Siglo de Oro, y siguiendo a Erasmo de Róterdam, no creo que se limitasen a escribir meros artificios carentes de contenido. Otra cosa es si esos estados ascéticos generaban visiones reales de la divinidad o eran el resultado de una profunda autosugestión.

La palabra áscesis es de origen griego, y se refería a los ejercicios metódicos que servían como entrenamiento a los atletas. Un asceta es, por tanto, aquél que sigue un método probado para alcanzar un estado, físico o espiritual, superior al que de ordinario se posee. En este punto, me gustaría preguntar cuántos de ustedes consideran que el cuerpo de un culturista ha sido producido por efecto de la autosugestión.

Probablemente algunos me diréis que no es lo mismo, que el ejercicio físico produce un desarrollo cuantificable de la masa muscular, mientras que el resultado de un trabajo tan intangible como el espiritual o mental no se puede medir. Incluso, argumentaréis que la prueba más clara de esto es el efecto placebo: una obsesión mental puede somatizarse de tal forma que repercuta en el plano físico. En tal caso, basta con hacerle creer al enfermo que se le ha proporcionado un remedio, para que sus dolencias remitan. Y estáis en lo cierto. Muchos místicos han desarrollado los estigmas de Cristo como producto de sus convicciones. Hay algo que sugiere que tales estigmas son, efectivamente, producto de la sugestión. Como sabéis, muchos de los estigmatizados muestran llagas en las palmas de las manos, en su creencia de que a Cristo lo clavaron al madero por esta parte. Sin embargo, hay estudios que han demostrado que esto no fue lo que ocurrió, pues el peso del cuerpo habría desgarrado la extremadamente delgada piel de las manos; los clavos se introdujeron en la muñeca.

Pero en esta charla no me estoy refiriendo a estos ascetas autodidactas; estoy hablando de aquellos que han recibido una tradición que, estoy seguro, se remonta a los tiempos del papiro de Derveni, e incluso mucho antes. Como tampoco me refiero a los culturistas que inflan sus músculos con esteroides, sino a aquellos cuyas fibras, aunque no sean tan voluminosas, son el resultado exclusivamente del duro esfuerzo.

Bien, yo os vuelvo a preguntar: ¿cuándo surgió el culturismo? Porque, gente fuerte, o con un cuerpo bello, ha existido siempre; pero, con el volumen de los deportistas actuales, nunca. Es una técnica que no tiene más de cien años. ¿Cuándo surgió el ascetismo? Muchos de los etnólogos lo vinculan con el momento en que los primeros homínidos alcanzaron conciencia de su propia existencia.

Y vuelvo a preguntaros: ¿alguno de vosotros tiene el cuerpo de un culturista? Es decir, cuando reconocéis que se puede conseguir un cuerpo perfecto utilizando un contrastado método de entrenamiento, ¿lo hacéis porque habéis experimentado personalmente esa teoría? ¿O porque alguien que lo ha experimentado os lo ha contado, mostrando su cuerpo desnudo?

¿Por qué la gente no se acaba de creer que, efectivamente, los místicos plasman en sus poesías experiencias reales, fruto de una práctica milenaria?

Ya hemos dicho que hay personas que, aún haciéndolo con la más sincera intención, son capaces de somatizar una obsesión personal, incluyendo sus propias creencias erróneas; son como los malos estudiantes que escriben hasta el nombre y la firma del autor del examen que han copiado.

Sin embargo, los auténticos místicos no nos hablan nunca de cosas reconocibles en este plano de existencia, sino de concepciones abstractas sólo comparables con las más modernas representaciones lisérgicas.

San Juan de la Cruz nos dice:

“Su claridad nunca es oscurecida,

y sé que toda luz de ella es venida,

aunque es de noche.”

 

O Santa Teresa:

 

“De tal suerte pudo amor,

alma, en mí te retratar,

que ningún sabio pintor

supiera con tal primor

tal imagen estampar.”

Tales conceptos no pueden ser fruto de una sugestión, pues, como hemos dicho, en ésta, siempre aparecen reminiscencias de nuestra realidad. Es verdad que estos autores hacen continuas alusiones a la pasión de Cristo, pero sospecho que, al igual que los sufíes emplearon el islam como instrumento con el que, de algún modo, darle cuerpo a tan sutiles e impronunciables ideas,  los autores cristianos hicieron lo mismo con la doctrina católica.

Y, para finalizar, quiero decir que estoy convencido de que, si en la España Imperial no aparecieron científicos y sí innumerables místicos, fue porque, efectivamente, eran poseedores de unos conocimientos tan trascendentes como el descubrimiento de la fuerza de la gravedad. Para que las ciencias pudiesen desarrollarse sin que sus estudiosos sufriesen las llamas de la Inquisición, hubo que tomar la terrible decisión de romper con la inmisericorde doctrina de la Iglesia Romana de la época. Pero se me antoja que en aquel lejano reducto de risas y oraciones se escondía un descubrimiento mucho más profundo y definitivo, a la espera de que el hombre, una vez despojado de la ciega cerrazón de su naturaleza animal, pudiese integrarlo en el cuerpo científico, y, con ello, comprender la verdadera realidad de la Existencia.

Nuestra Edad ha hecho posible que se den las condiciones de abordar esta integración. Tal vez ahora estemos en disposición de alcanzar el conocimiento del verdadero rostro de Dios. 

Muchas gracias.

 

San José de la Rinconada (Sevilla), 24 de noviembre de 2018

Manuel Plata Luque

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