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23 noviembre 2020

Los servicios secretos de Alejandro Magno (I)

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Cuando en 323 a.C. Alejandro Magno muere en Babilonia, dejó un legado nunca antes visto. Su imperio iba desde la actual Albania hasta Egipto; y desde el Mediterráneo hasta India. Logró tener bajo su protección al panteón griego, los dioses egipcios, mazdeístas persas, animistas bactrianos e hinduistas del norte de la India. Su empeño en preservar e integrar las distintas tradiciones con las que se iba encontrando le supuso la animadversión de sus compañeros de armas, lo que, a la postre, le supuso el fin de su sueño de encontrar el fin del mundo oriental.

Sin duda, tal proeza se debió en buena parte a su capacidad militar, demostrada en mil batallas. Sin embargo, cuando nos adentramos en la historia y la observamos desde la objetividad, sin dejarnos deslumbrar por el brillo que desprenden las grandes gestas, nos percatamos de que hay cosas que no encajan con la vida real.

En este punto nos gustaría centrarnos en la parte fundamental de la invasión macedonia de Persia, las batallas que Alejandro libró antes de la derrota y muerte de Darío III. ¿De verdad el famoso general logró derrotar al poderoso ejército persa, formado por 250.000 soldados, y en un terreno preparado a conciencia, con una fuerza de apenas 30.000 infantes y 5.000 caballeros?

En la película Alejandro Magno[1], de Oliver Stone, aparecen un par de escenas sobre las que, al comienzo de la cinta, el faraón Ptolomeo reclama atención. Cuando está a punto de comenzar la batalla de Gaugamela, decisiva para los objetivos helenos, mientras Alejandro arenga a sus tropas, señala con el dedo al ejército enemigo. Justo en ese momento, la imagen de Alejandro  se fusiona con la de un águila, que parte desde sus propias líneas, y se dirige hacia el frente persa para otear el impresionante despliegue dispuesto por Darío. Poco después, mientras tiene lugar la batalla, el ave vuelve a aparecer en  el escenario, vuelo  al que presta especial atención Alejandro  mientras  cabalga con su unidad de caballería ligera, y que parece servirle de referencia, pues, tras mirar al cielo, ordena un cambio en la estrategia de ataque. Y todo ello, envuelto en un sospechoso color amarillo, el color que simboliza la traición, y que fue el elegido para representar a Judas durante la Edad Media.

 

Imagen 1

Imagen 2

La segunda escena se desarrolla en el Hindu Kush, mientras  Alejandro se sincera con su medio hermano Ptolomeo. En ese momento, vuelve a mirar al cielo buscando algo, y formula una extraña pregunta que deja perplejo al futuro faraón: ¿Adónde habrá ido nuestra águila?

¿Por qué Oliver Stone utilizó en el territorio persa la imagen de un águila, la misma que forma parte del emblema de la agencia federal estadounidense encargada de recopilar información para garantizar la seguridad de la nación norteamericana, la CIA? Algunos interpretan este símbolo con el de Zeus, el dios del que Alejandro decía ser hijo; pero, ¿por qué cuando estaba a punto de entrar en India, el ave abandonó a los griegos para no volver? ¿Acaso el director tenía alguna sospecha que deseaba transmitirnos en su película? ¿Es posible que intuyera, como nosotros, que Alejandro, además de las tropas de exploradores, utilizó servicios más discretos?

Evidentemente, es imposible saber a ciencia cierta si esto ocurrió. De lo que no cabe ninguna duda es de que toda la invasión estuvo plagada de situaciones, cuando menos, desconcertantes. A continuación, pasaremos a describirlas para, al final, proponer una hipótesis bastante plausible, a nuestro parecer.

El paso del Helesponto

El primer gran misterio de la invasión griega de Persia es el paso de las tropas de Alejandro desde el continente europeo al asiático, a través del estrecho del Helesponto.

En mayo de 334 a.C., el ejército griego atraviesa el escaso kilómetro y medio que separa Europa de Asia, partiendo de la ciudad de Sestos. Para esta operación, se utilizaron ciento setenta trirremes, que tuvieron que realizar numerosas travesías para transportar a todo el contingente, formado por algo menos de 40.000 soldados.

Lo sorprendente de este operativo es que, durante su desarrollo, ninguna nave de la poderosa flota persa hizo acto de presencia para tratar de abortar lo que, desde hacía más de doce años, era un secreto a voces.


 

Paso del Helesponto

El deseo de conquistar Persia flotaba en el ambiente desde antes de 346 a.C., año en que Atenas firma con Filipo II de Macedonia la Paz de Filócrates, en la que es declarado hegemón, caudillo militar encargado de aglutinar a las distintas polis que conformaban la Hélade, y guiarlas en la conquista de su eterno enemigo. Desde ese momento hasta que se culmina la invasión con Alejandro, los movimientos griegos eran evidentes. Así, el 336 a.C., Filipo envía un ejército de 10.000 soldados, liderado por los generales Parmenión, Átalo y Amintas, a Asia Menor como cabeza de puente, para preparar el desembarco.

 Persia, la mayor potencia militar de ese momento, tenía conocimiento de estos movimientos. No en vano, el imperio contaba con un eficiente servicio de mensajería a caballo, que era capaz de recorrer los 2.700 kilómetros del Camino Real Persa en siete días. El mismo Heródoto llegó a decir de este servicio: No existe nada en el mundo que viaje más rápido que estos mensajeros persas. Sin duda, los diferentes reyes de Babilonia debían de conocer dichas intenciones, y el punto en el que se produciría el desembarco. ¿Por qué no enviaron su magnífica flota para cortar de raíz la invasión? No debemos olvidar que unos años antes, cuando el sátrapa Artabazo II de Frigia –del que más adelante hablaremos- se levantó en armas contra el poder central de Babilonia, apoyado por fuerzas de Atenas, a Artajerjes III le bastó con amenazar a los aliados griegos con enviar a su armada a invadir su ciudad para que estos abandonasen a su aliado. Tan eficaz y contundente era.  ¿Dónde estaba cuando más se la necesitaba?

Estrategia de tierra quemada

Como acabamos de decir, los persas eran conscientes del deseo de los griegos de conquistar sus tierras. Y, sin embargo, el rey Artajerjes II tomó una decisión de lo más extraño. En lugar de reforzar su frontera en el punto más débil, Frigia Helespóntica, la debilitó, prohibiendo que los sátrapas poseyeran mercenarios, los auténticos profesionales de la guerra, dejándoles escuálidas milicias de aficionados. El motivo parece ser que estaba fundamentado en los continuos levantamientos a los que el rey había tenido que hacer frente. Al mermar estos ejércitos, garantizaba su superioridad.

Pero, si había resuelto un problema, había creado otro mayor, debilitando a una satrapía que debía ser la primera barrera de contención frente a una más que probable invasión griega. ¿Es lógica tal falta de previsión? También trataremos de darle una explicación a este hecho.

 

Artajerjes II

El caso es que, cuando Alejandro desembarca en Asia Menor, tiene poca oposición. Según afirman los historiadores que narraron las hazañas del joven rey macedonio, cuando los dirigentes frigios se reunieron para estudiar la estrategia a seguir –lo cual también sorprende; no tenían ningún plan que implementar ante una contingencia previsible-, otro actor importante en nuestra teoría estaba con ellos. Se trata de Memnón de Rodas, un mercenario al mando del ejército que, en teoría, debía hacer frente a la invasión.

Según narran las crónicas, en dicha reunión, Memnón sugirió arrasar los campos de cultivo para, así, golpear el único punto débil del ejército de Alejandro, la cadena de suministros. Según el profesor de Historia Antigua de la Universidad de Oxford, Robin Lane Fox, las provisiones con las que contaban apenas cubrían treinta días. Sin los cultivos que se encontrarían por el camino, los invasores dependerían exclusivamente de lo que las naves griegas les pudieran hacer llegar desde la Hélade. La flota persa no apareció en el Helesponto, pero suponemos que, una vez verificada la invasión, acudirían a cortar esas líneas de aprovisionamiento.

Sin embargo, aunque pudiera parecer absurdo, los terratenientes que formaban el Estado Mayor de las fuerzas de defensa se negaron a perder sus cosechas, y prefirieron un enfrentamiento militar. Lo sorprendente de este hecho es que Memnón, hasta poco antes de la invasión, estuvo viviendo como exiliado en la corte de Macedonia, y conocía de primera mano los planes de invasión de Filipo, luego asumidos por su hijo Alejandro. ¿Cómo no fueron aceptadas las recomendaciones de alguien que contaba con tan importante información?

La campaña de Egipto

Alejandro disputó tres grandes batallas en suelo persa, la del río Gránico, la de Issos y la de Gaugamela. Aunque profundizaremos en ellas a continuación, nos gustaría reseñar en este momento un hecho significativo que ocurrió en la segunda.

Cuando las tropas griegas rompen el frente persa, Darío III da media vuelta y huye del campo de batalla, abandonando a sus fuerzas. En ese momento, Alejandro pudo haberlo perseguido con su caballería ligera, y se habría dado por concluida la guerra. Sin embargo, permitió su huída y,  lo que es aún más extraño, en lugar de dirigirse a Babilonia para evitar que el rey reclutara un nuevo ejército, dirigió sus pasos hasta Egipto. En teoría, la idea era neutralizar las fuerzas egipcias, en ese momento bajo control persa, que podrían atacarlo desde la retaguardia. En noviembre de 332 a.C., la imparable columna griega entra en el reino del Nilo sin ninguna oposición, y Alejandro es proclamado faraón. Teniendo a los egipcios a sus pies, lo lógico hubiera sido dar marcha atrás, y dirigirse a la capital persa para culminar la invasión. Sin embargo, sin temer la más que probable recomposición del ejército persa, decide permanecer en Egipto casi medio año, tiempo que dedica a recorrer el país y fundar la ciudad de Alejandría.

 

Recorrido de Alejandro en Egipto

También aquí ocurre algo desconcertante. Alejandro decide visitar un oráculo de Amón del oasis de Siwa, en el desierto libio. La ruta más segura hasta el oasis es por el Este, desde Menfis. La ruta del Norte era sumamente peligrosa, y ya en el 525 a.C., un ejército de 50.000 soldados persas, enviado por el rey persa Cambises II, desapareció al completo en las arenas del desierto cuando se dirigía a dicho oasis para someter a los sacerdotes del templo de Amón, que se negaban a reconocer la autoridad extranjera. Sin embargo, Alejandro decide acudir a consultar el oráculo, siguiendo la misma ruta, en contra de las recomendaciones de sus consejeros, y poniendo en riesgo sus principales unidades de caballería.

Nuevamente nos encontramos ante un enigma sin respuestas. ¿Por qué Alejandro decidió afianzar el sur del imperio, cuando podía haber acabado con Darío en Issos, y haber dado por finalizada la conquista en ese momento? ¿Por qué se entretuvo en recorrer Egipto como un turista más, visitando oráculos y fundando ciudades, regalándole así un tiempo precioso al rey persa, tiempo que empleó en recomponer el ejército y acondicionar el campo de batalla de Gaugamela?

Las tres batallas

Pero el mayor misterio de todos tiene que ver con aquello que hizo famoso a Alejandro, y que le valió el sobrenombre de Magno, su enorme capacidad militar, desplegada en todas las empresas que acometió.

Y es que, una cosa es doblegar pequeños focos de resistencia, y otra muy distinta, enfrentarse al descomunal ejército persa, la mayor potencia de la época desde hacía siglos. Y lo que nos desconcierta de este asunto es algo cuanto menos extraño. Resulta que en las tres principales batallas que libró Alejandro utilizó la misma táctica, ante el pasmoso desconcierto de los generales persas, que, más que curtidos veteranos, parecían inexpertos alféreces de primer curso de la Academia Militar. Para poder desmembrar a las superiores fuerzas rivales, el macedonio procedió a abrir una brecha en el centro del frente y aprovecharla para ir directamente a por el líder enemigo. En principio, parece una estrategia bastante buena que permite vencer a una fuerza bastante superior en número. Pero hay varias cosas que no cuadran.

Primero, que, al parecer, era la única táctica con la que Alejandro contaba para superar a los persas. A poco que los generales de Darío hubiesen analizado sus derrotas, habrían deducido un plan para contrarrestar al invasor en un nuevo enfrentamiento.

Segundo, que, para llevar a cabo tal estrategia, el propio Alejandro, con su unidad de caballería, los Compañeros, situados en el ala derecha de la línea griega, debían realizar un movimiento lateral que era el que arrastraba el ala izquierda del enemigo en su afán de no ser sorprendidos en un ataque de costado. Este movimiento de los persas originaba una brecha. En un momento dado, los Compañeros realizaban un giro inesperado, y aprovechaban ese hueco para ir directamente a por el rey Darío. Lo que ocurre es que, antes de que los persas abrieran esa brecha, el propio movimiento de Alejandro habría generado otra brecha en las filas griegas, que los persas no supieron –o no quisieron- ver y utilizar. Este movimiento hacía que Alejandro y su millar de Compañeros quedasen desgajados del resto del ejército, circunstancia que, bien aprovechada, habría provocado la aniquilación del líder invasor. ¿Ningún general persa supo ver aquella ventaja que, nada más comenzar la batalla, les proporcionaba el enemigo?

Tercero, que, a pesar de la superioridad numérica de los persas, en ninguna batalla, las fuerzas de reserva llegaron a entrar en combate. Por táctica, podría ser que Alejandro fuese superior, pero una diferencia de 250.000 frente a 40.000 es demasiado apabullante como para no ser utilizada. Hemos dicho que los movimientos griegos abrían una brecha en el centro del frente persa. ¿A ningún general se le ocurrió taparla con las fuerzas de reserva que permanecían expectantes en la retaguardia?

A continuación se muestran los gráficos de las tres batallas[2].

 

Batalla del río Gránico
 

Batalla de Issos

Batalla de Gaugamela
 

Otros enigmas

Por si eso fuera poco, hay significativos detalles que no se acaban de entender. Por ejemplo, en la batalla del Gránico, el ejército griego tiene que vadear las rápidas aguas del caudaloso río. En ese momento, de poco sirve su formación militar. La infantería no podía hacer uso de su ventaja, la compacta formación de la falange, en un avance lento con las sarisas en ristre. Además, una vez superado el cauce, debían subir por una escurridiza  y escarpada orilla para alcanzar la elevación en la que estaba dispuesto el ejército persa.

Incluso los antiguos que se acercaban a este pasaje de la historia, también se extrañaban de dicha circunstancia. En el libro de 1605 Theatro de los mayores principes del mundo, y causas de la grandeza de sus Estados: sacado de las Relaciones toscanas de Iuan Botero Benès: con cinco tratados de Razon de Estado[3], de Fray Jaime Rebullosa, podemos leer:

“En el rio Gránico trabó la batalla con tal desventaja de sitio, (porque se metió por el río caudaloso, y rápido, para acometer a los enemigos que le tenían la ribera opuesta, la cual era de áspera, y de agria subida, y toda de fragosos despeñaderos) y con tan poco juicio, que dice Plutarco, parecía que gobernase la guerra más con loco furor, que con alguna razón ni arte de milicia.”

Aquí tenemos un nuevo misterio. ¿Por qué el experimentado general Memnón, que dirigía a las fuerzas persas, ordenó poner en primera línea a la caballería, que poco podía hacer hasta que el enemigo hubiese superado los obstáculos naturales? El famoso mercenario rodio no utilizó el mejor recurso en ese caso, los arcos y las jabalinas, que hubieran diezmado a las fuerzas griegas, más preocupadas por salvar la fuerza de las aguas y por no resbalar en la orilla, que de protegerse de una lluvia de fechas. Sin embargo, estos arqueros y lanceros permanecían en la reserva, y no llegaron a intervenir. Un grave error de tan prestigioso militar.

La batalla de Issos también se disputó en un río, y, también tiene cosas inexplicablemente semejantes al Gránico, como que el único vado fácilmente practicable estuviese en el ala que ocupaba Alejandro, y que el mismo hubiese sido escasamente protegido.

Pero el hecho más insólito ocurrió en Gaugamela.

Alejandro se encontró con que Darío, después del año que le regaló su enemigo desde la derrota en Issos, había recompuesto su ejército. Además, había preparado el campo de batalla para adecuarlo a la estructura de su plan de combate.

La noche antes de la batalla, los generales le sugirieron a Alejandro realizar un ataque nocturno para poder tener alguna superioridad frente a los persas. No sólo se negó, sino que estuvo casi toda la noche despierto, hasta tal punto que, cuando al día siguiente llegó la hora del combate, el general Parmenión tuvo que ir a despertarlo a su tienda. En el libro Alejandro Magno[4], de Mary Renault, se dice:

“Cuando le preguntó cómo podía estar tan tranquilo, Alejandro replicó que había tenido muchas más preocupaciones cuando los persas quemaron las cosechas.”

Si Alejandro ya tenía un plan que desconocían sus propios generales la noche antes de la batalla, ¿qué le hizo trasnochar el día más decisivo de su vida? ¿Por qué se encontraba tan tranquilo cuando se jugaba tanto? ¿Acaso, como reflejó Oliver Stone en su película, disponía de un águila amarilla que lo mantenía informado de lo que ocurría en el frente enemigo? ¿Es posible que esa noche no durmiese porque estaba dando las últimas instrucciones a alguien del entorno de Darío que podía echarle una mano en el momento más delicado de la conquista, y, de ahí, su desconcertante tranquilidad?



[1] Borman, M., Schühly, T., Kilik, J., Smith, I. (productores) y Stone, O. (director). 2004. Alexander [cinta cinematográfica] Estados Unidos. Warner Bros. Pictures.

[2] Frank Martini. Cartographer, Department of History, United States Military Academy - The Department of History, United States Military Academy.

[3] Rebullosa, Fray Jaime (1605). Theatro de los mayores principes del mundo, y causas de la grandeza de sus Estados: sacado de las Relaciones toscanas de Iuan Botero Benès: con cinco tratados de Razon de Estado. Fol. 217 reverso. Barcelona. Sebastián Mateuad, y Onofre Anglada Edición digital de Google Books. [En línea]. Disponible en:

https://books.google.es/books?id=ABQjPmW41owC [2020, 17 de noviembre].

[4] Renault, Mary (1975). The nature of Alexander. P. 130. (Traducción de Horacio González Tejo para Editorial Edhasa. 1991). Edición de Ediciones Folio, S.A. (2004) para ABC, S.L.

 



09 noviembre 2020

La Santa Granada

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Que Granada es una ciudad con embrujo y misterio no es ningún secreto. A día de hoy, su tradición oriental todavía persiste, a pesar de los quinientos años de aniquilación que dicha cultura sufrió. Caminar por sus angostas calles, flanqueadas de bazares y salones de té, nos trasladan a aquellos lejanos tiempos en que las leyendas nos hablaban de tesoros escondidos, ensalmos y hechizos.

Cuando, en 1492, los Reyes Católicos finalizaron la conquista cristiana de la península, la ciudad de Granada se convirtió en el símbolo de la Jerusalén Celestial que se canta  en el libro del Apocalipsis, y, como tal, su urbanismo fue diseñado para plasmar en la Tierra una imagen del Cielo.

 

En 2006, la catedrática de Historia del Arte de la Universidad de La Laguna, María Isabel Navarro Segura, publicó en Scripta Nova  Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, de la Universidad de Barcelona, un artículo titulado: Las fundaciones de ciudades y el pensamiento urbanístico hispano en la era del descubrimiento. En él, afirma:

 

“La historia urbana referida al periodo histórico en torno a la fecha de 1492,… es un periodo excepcional… definido por varios fenómenos, algunos plenamente renacentistas: 1. el espíritu del relato del Apocalipsis y sus descripciones de la Jerusalén Celestial;…

… La experiencia desarrollada en la Península Ibérica cobra un nuevo significado en un periodo breve, marcado por una sucesión de acontecimientos de gran trascendencia: … la consolidación de un proyecto de ciudad conforme a la utopía cristiana (1499/1504), de la que sería emblema principal la ciudad de Granada transformada por la cristiandad a semejanza de la Valencia de Eiximenis;…”[1]

Sin embargo, los orígenes del diseño urbanístico de la Santa Granada no arrancan en la época cristiana.

En la excelente novela del malogrado escritor granadino José Luís Serrano, La Alhambra de Salomón (Roca editorial, 2013. ISBN: 9788499186504), se hace una curiosa observación. Se trata de un párrafo que pasa casi desapercibido en medio de la impresionante aportación de datos simbólicos sobre la construcción del palacio-fortaleza más famoso del mundo, la Alhambra de Granada. 

El fragmento en cuestión dice así:

 

 "Si la torre principal de este alcázar se superpusiera a alfa-Ofiuco, por su tamaño y localización, a la torre de Comares correspondería gamma-Ofiuco, mucho mayor que sus vecinas. Así el contorno entero de la Alhambra coincidiría con el de la galaxia Ofiuco,..."

 


Según este autor, la Torre de la Vela sería la principal estrella de la constelación, α-Ofiuco o Ras Alhague; κ-Ofiuco se correspondería con la Torre del Cubo; la estrella Marfik -codo en árabe- es λ-Ofiuco, y se correspondería con la Torre de Comares; las estrellas δ y ε, -Yed Prior y Yed Posterior, respectivamente-, las que forman la mano del Serpentario, coinciden con la Puerta del Arrabal y la Torre de los Picos, que, curiosamente, tiene forma de "V" invertida. De hecho, el número cinco en notación romana es, precisamente una V, y representa una mano con cinco dedos.

 


Llama la atención que ζ-Ofiuco, la única estrella que no formaría parte de la muralla, coincida con la qubba del palacio nazarí que fue convertido en el primer convento de la Granada reconquistada, y donde estuvo enterrada la reina Isabel la Católica por deseo expreso.

Una última curiosidad. La estrella η-Ofiuco tiene como nombre Sabik; la colina sobre la que está asentada la Alhambra es la Sabika.

Se desconoce la razón por la que los musulmanes de Granada crearon su principal joya arquitectónica inspirándose en un personaje de la mitología griega; sin embargo, las evidencias no nos dejan lugar a las dudas.

Y, si dicho diseño no fuera argumento suficiente, nos iremos a un documento absolutamente misterioso, el Atlas Catalán, un extenso mapamundi creado sobre el 1375 por el judío mallorquín Abraham Cresques, en el que se representa todo el mundo conocido en la época.

Cuando decimos misterioso no es por su diseño, ni por su contenido. Es misterioso por un pequeño detalle que pasa completamente inadvertido a casi todo el mundo. En dicho atlas, las distintas naciones aparecen identificadas por la bandera que las representa. Si nos centramos en la Península Ibérica, podemos reconocer la enseña de Portugal, formada por un taqueado con escaques blancos y negros. También aparece la de Castilla, con los conocidos castillos y leones rampantes.

 

Atlas Catalán de Cresques

Sin embargo, cuando nos fijamos en el distintivo del reino de Granada, no aparece el lema de la dinastía nazarí: Sólo Alá es vencedor, o, en árabe, wa lā gāliba illā-llāh, y que inunda toda la Alhambra. 

Lema nazarí: Sólo Alá es vencedor

Curiosamente, este reino es identificado con una bandera en la que se puede leer: Al Afiya, (العافية), una palabra que significa SALUD, pero no una salud meramente corporal, sino que comprende todo lo que puede proporcionar un bienestar integral. En árabe, existe la oración llamada Al Afiya, que resume a la perfección tal estado de bienestar completo:

 

اللهم إني أسألك العافية في الدنيا والآخرة اللهم إني أسألك العفو والعافية في ديني ودنياى وأهلي ومالي اللهم استر عورتي وآمن روعاتي اللهم احفظني من بين يدى ومن خلفي وعن يميني وعن

شمالي ومن فوقي وأعوذ بعظمتك أن أغتال من تحتي

 

¡Oh Allah! Te pido bienestar en este mundo y en el Más Allá. ¡Oh Allah! Te pido perdón y seguridad en mi religión y mis asuntos mundanos, en mi familia y en mi propiedad. ¡Oh Allah! Oculta mi culpa y mantenme a salvo de las cosas que temo. ¡Oh Allah! Guárdame desde el frente y desde detrás de mí, en mi derecha y en mi izquierda, y por encima de mí, y busco refugio en Tu grandeza porque he de recibir un daño inesperado desde debajo de mí.

 


Resulta que el reino que creó su obra más significativa siguiendo las estrellas de la constelación de Asclepio, el dios de la salud y la resurrección, aparece en un atlas con un lema que significa, precisamente, SALUD, BIENESTAR. ¿A qué puede deberse este hecho? Algo debería de ocurrir para que se realizara semejante identificación.

Pero, como decíamos, es en época cristiana cuando, ya sin tapujos, se reconoce que Granada es la verdadera Jerusalén Celestial; un reflejo del Cielo en la Tierra. Si bajamos de la Alhambra y nos adentramos en la ciudad, nos encontramos con otra constelación, una que está justamente al lado de Ofiuco: Sagitario.

 

Granada. Imagen Google Maps

 


Cuando se mira desde el aire, se puede diferenciar perfectamente la silueta de la constelación, concretamente, el triángulo que conforma el arco y la flecha del centauro arquero. Así, λ-Sgr sería la gran rotonda de la Puerta Real, de la que parten dos grandes avenidas: la calle Recogidas, que en el siglo XVII -y hasta el año 1960- se denominaba calle Verónica y finalizaba en el actual Palacio de los Patos, punto que se correspondería con ϕ-Sgr; y la Acera del Darro, hasta la confluencia con la calle Verónica de la Virgen –qué casualidad–, en donde estaría δ-Sgr. La punta de la flecha, la estrella γ2-Sgr, o Nash, estaría en la calle Carrera de la Virgen, justo a las puertas de la Basílica de Nuestra Señora de las Angustias, patrona de Granada.

De la Puerta Real parte otra vía, Calle Reyes Católicos, que tiene la misma inclinación que la que une λ-Sgr y μ-Sgr, que se correspondería con la Plaza de Isabel la Católica. Y, finalmente, 3-Sgr coincidiría con el Convento de las Comendadoras de Santiago, en la calle Santiago.

Así, a simple vista, podemos ver que el trazado urbanístico de Granada se corresponde con esta constelación. Pero hay un detalle escondido que nos saca definitivamente de dudas. Hemos dicho que la estrella de la punta de la flecha, Nash, estaría en la Basílica de la Virgen de las Angustias. En el interior de dicho recinto sagrado podemos encontrar un par de detalles que nos dicen que, en efecto, ese lugar tiene mucho que ver con las flechas.

La historiadora del Arte, Nuria Martínez Jiménez, en su artículo EL PROGRAMA ICONOGRÁFICO LA BASÍLICA DE NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS DE GRANADA: LOS CICLOS PICTÓRICOS DE LOS ANTECAMARINES (1739-1742), publicado en Ucoarte. Revista de Teoría e Historia del Arte, 4, 2015, pp. 45-57 ISSN: 2255-1905, nos describe la decoración pictórica de los dos antecamarines que llevan hasta el Camarín de Nuestra Señora de las Angustias. Este artículo se abre con el texto contenido en una cartela que aparece en la entrada de dichos antecamarines, y que define el espíritu de todo el programa iconográfico. En él se nos advierte de que hay que prestar atención, tanto a las imágenes, como a las palabras allí escritas, y que un antecamarín esconde Misterios proféticos que el otro ha demostrado: «Noble marmóreo culto, aquí erijido./ Con la pluma y pincel se ve animado».

Teniendo en cuenta esta advertencia, nos acercamos hasta una representación de la escena del sueño de San José, en el que un ángel le advierte de la amenaza de Herodes, y le recomienda que huya a Egipto. En el texto que acompaña a dicha imagen, se puede leer:

 

 Con las alas por Remos surca el viento

El ave cauta, temiendo la Saeta,

Y Joseph del temor sacando aliento,

A Egipto pone su afan por meta;

Mal Herodes te sale el vano intento,

Un Angel esta fuga la decreta;

Mas si tu flecha al Niño no le hiere

A su Madre lastima, por que quiere.

Es decir, que el lugar que se corresponde con la punta de la flecha de Sagitario alberga la imagen de una Virgen que ha sido herida por la punta de una flecha.

Pero esto no es todo. También en la entrada a los antecamarines hay una imagen del mecenas que financió tal decoración, don Juan de Linaza.

 

Don Juan de Linaza. Foto de Nuria Martínez Jiménez

Debajo, también hay un texto, concretamente, un soneto cuyos versos forman un acróstico que homenajea al promotor:

 

"AL orbe cante con metal sonoro

DE la fama la trompa pregonera,

JAmas visto el assombro, que venera

UNica la Iliberia en Margen de Oro.

ARtemissa le advierte tu desdoro;

NIegale a Efeso dominar la esfera;

DE Salomón la Fabrica Altanera

ENmudece, admirando su decoro:

LUzca solo terrestre marabilla

INmortal de Tal Rey, de tal Diana

ZAfir, Trono, Sepulchro, Solio y Silla

A María de Angustias de que sana;

NAtivo Aminadab, con fe sencilla

AMoroso este feudo dio Lizana. Ano de 1742”

En este soneto, el autor compara a la Virgen de las Angustias con Artemisa, la diosa griega de la caza, que se representa con un carcaj lleno de flechas; y a su templo, con el que la diosa tenía en Efeso, que fue una de las Siete Maravillas del Mundo. Esta equiparación se produce, además, en las dos tradiciones occidentales, la Artemisa griega y la Diana romana. Dicha asimilación ha llegado hasta nuestros días, y, así, podemos ver la actual imagen de Nuestra Señora luciendo un manto decorado con cuatro inequívocos haces de flechas en forma de círculos.

 

Nuestra Señora de las Angustias. Foto de José Manuel Ferro Ríos

En nuestro libro El verdadero rostro de Dios. Las nuevas claves del Santo Grial, comparamos al héroe del Grial, el caballero Perceval, con la constelación de Sagitario, y llegamos a la conclusión de que dicho héroe, en realidad, hacía referencia a Hipólito, el personaje mítico griego, que tenía como madre celestial, precisamente, a Artemisa. Y, al igual que Nuestra Señora de las Angustias, la madre biológica de Perceval quedó traspasada por el dolor al ver a su hijo marcharse para ser caballero, lo que podía acarrearle la muerte.

También en nuestro libro establecimos la hipótesis de que la estrella Nash, la punta de la flecha, era la puerta de entrada al Castillo del Rey Pescador, que se encontraba situado en la orilla de un río.

No se privó el autor del soneto de recordarnos que la Basílica de las Angustias se encuentra en la orilla del río Darro: Unica la Iliberia en Margen de Oro. El Margen de Oro citado se refiere a dicha orilla, ya que el nombre del río proviene del latín Dauro, de oro.

Sería excesivamente presuntuoso pensar que dicho templo, o su Sagrada Titular, tengan algo que ver con el tema del Grial. Sin embargo, fijémonos en los dos últimos versos del soneto.

El patrocinador, Juan de Linaza, es comparado con un tal Nativo Aminadab, un personaje bíblico que aparece en la lista de la genealogía de Jesús de Nazaret. Pero este Aminadab no parece ser un personaje excesivamente relevante, como sus antepasados Abraham, Isaac o Jacob. ¿Cuál podría ser el motivo para escoger dicho nombre como apelativo del mecenas? La respuesta está en el calificativo que lo acompaña, nativo.

Resulta que, según la Estoire del Saint Graal, de Robert de Boron, cuando Josephe, el hijo de José de Arimatea -que recogió la sangre de Cristo en el Santo Grial-, estaba a punto de morir, le encomendó a su hermano menor, Alain, que se hiciera cargo de la custodia del Santo Grial; aunque, para ello, debía mantener la castidad. Así lo hizo Alain, pero se dio cuenta de que debía crear una dinastía de guardianes de la Sagrada Reliquia; así que se marchó a un país sarraceno, cuyo rey se llamaba Kalafe -¿califa?-, nombre que, tras ser bautizado, se cambió por Alphasem –¿Muley Alhazen? ¿Mulhacén?-. Este rey, en agradecimiento por haber sido curado de lepra, le entregó a Alain  a su hija como esposa. De esta unión nació Aminadap, el primer rey del Grial nativo, es decir, nacido en el seno de una estirpe real, y no como sucesor de un anterior casto custodio. Todos los reyes de esta dinastía iniciada por Alain, y de la que  Aminadab fue el primer nativo, son conocidos como los Reyes Pescadores. En consecuencia, don Juan de Linaza, el Nativo Aminadab, el que dio amoroso feudo a orillas del río Dauro a la Artemisa de Occidente, es el Rey Pescador del Santo Grial.



[1] Navarro Segura, María Isabel. Las fundaciones de ciudades y el pensamiento urbanístico hispano en la era del descubrimiento. Scripta Nova . REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES. Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98. Vol. X, núm. 218 (43), 1 de agosto de 2006. 

 

02 noviembre 2020

¿El Principe de los Infiernos en Cádiz?

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En el término municipal de Jerez de la Frontera, justo en el límite con el de El Puerto de Santa María, en la provincia de Cádiz, justo al lado de la barriada jerezana de El Portal, nos encontramos con una colina que tiene la singular peculiaridad de poseer dos nombres diferentes que se usan indistintamente. Estos son Cerro de la Bola y Cerro de la Cebolla.

Tan atípica toponimia se recoge, incluso, en la denominación oficial. Por ejemplo, en la siguiente imagen, podemos observar que la Dirección General de Aviación Civil, en el documento RD 762 /2017, de modificación de servidumbres aeronáuticas, en el apartado dedicado al Aeropuerto de Jerez, en el plano número 3 titulado Servidumbres de la operación de Aeronaves, utiliza un mapa con curvas de nivel en el que aparece indicado Cerro de la Bola.

 


Por otro lado, en la Carta Arqueológica Municipal de Jerez de la Frontera, Volumen 1: El núcleo urbano, página 151, podemos leer:

Parque Periurbano del Rancho de La Bola. Se trata de una finca de 595.000 m2 con antiguo uso militar hoy desafectada del mismo. Ocupa una posición topográfica privilegiada en el denominado Cerro de la Cebolla, posición que se ve reforzada por su buena accesibilidad desde la Carretera de El Portal y la Cañada del Carrillo con los que limita, pudiéndose proponer la ubicación en ella de equipamientos metropolitanos ligados al uso de espacio libre. En esta localización se tiene constancia del hallazgo de materiales de época prerromana y romana aunque, precisamente por su afección militar, no ha sido prospectado por lo que habría que incluir todo este espacio entre los Elementos de Riesgo.

Pero donde más se evidencia dicha doble toponimia es en el Plan General de Ordenación Urbana de la ciudad de Jerez de la Frontera.

 En la página 18 del documento titulado Anexo vías pecuarias nos encontramos con esto:

Es de destacar en la Cañada del Carrillo su acceso desde la Carretera del Portal donde la arboleda existente en las dos vertientes y la topografía mas acuciada de San Cristóbal y del Cerro de la Bola suponen un valor a considerar.

Sin embargo, cuando nos adentramos en otro volumen diferente del mismo PGOU, concretamente, la página 135 del Capítulo 2, titulado Información y análisis, se detalla:

Paisaje forestal de interés en torno al cerro de la Cebolla y sus instalaciones militares.

Protección forestal de los terrenos militares del entorno del cerro de la Cebolla.

 ¿Qué sentido podría tener nombrar con dos nombres tan distintos al mismo cerro? Ciertamente, ninguno. Salvo que formen parte de una misma denominación, algo así como el cerro de Bola-Cebolla, y que ambos componentes se usen por separado.  Tal nombre sería un tanto extraño, sin duda; pero, de ser así, se abriría una nueva línea de investigación en la Historia de nuestra tierra.

En efecto, si llevamos la segunda parte de dicho topónimo hasta su origen latino, tenemos que cebolla proviene de cepulla, que se pronunciaba cepul.la. Posteriormente, el fonema bilabial /p/ se convirtió en /b/, y se pasó a pronunciar cebul.la, hasta llegar al actual cebolla. De este modo, obtendríamos cerro de Bola-Cebul.la. ¿No suena excesivamente parecido a Bol Cebul? Ciertamente. Pero, ¿qué o quién es Bol Cebul, y por qué iba a darle nombre a un cerro?

Con fecha 29 de octubre de 2015, el catedrático de Prehistoria D. Diego Ruiz Mata publica en la web de la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia, de El Puerto de Santa María (http://bellasartessantacecilia.blogspot.com.es/2015/10/06fenicios-tartesios-y-griegos-en.html), un artículo titulado “La más antigua bodega gaditana, en la Sierra de S. Cristóbal”. En una foto de este artículo, correspondiente al yacimiento turdetano de Las Cumbres, ubicado en esta misma sierra, aparece un breve cartel, casi imperceptible, que reza lo siguiente:

RANCHO DE LA BOLA

¿SANTUARIO DE TANIT?

 


Al parecer, en ese cerro de la Bola, o de la Cebolla, o de Bol Cebul, han aparecido restos que se pueden relacionar con la diosa púnica Tanit. Y llama la atención que los dos nombres del cerro donde podría encontrarse dicho templo, son idénticos a una advocación  del dios Baal, el consorte de Tanit, concretamente, Baal-Zebul, nombre que los orientales pronunciaban como Bol-Zebul,  o Bel-Zebul, pronunciación esta última que nos ha dado la palabra Belcebú, uno de los epítetos de Satanás.

Y es que el nombre del dios fenicio Baal se podía pronunciar como Bel y como Bol. En el libro Moon-o-theism, Religion of a War and Moon God Prophet,  Volumen II, de Yoel Natan, podemos leer lo siguiente:

“… Bel-Marduk, the chief god of Babylon, was also the chief god of Palmyra. In Greek inscriptions he was called Zeus. Probably he was originally Bol, the local pronunciation of Baal. Bol and Bel were used interchangeably in theophoric names…”[1]

Bol-Zebul era el dios de una de las cinco ciudades que componían la pentápolis filistea, Ecrón, en donde tenía un santuario oracular vinculado con la salud. Los filisteos fueron un pueblo marinero a los que se relaciona con aquellos a los que los egipcios llamaron pueblos del mar.


Hasta ahora no se tenía constancia de que este pueblo tuviese una ruta comercial estable con el occidente mediterráneo, como ocurrió con los fenicios o griegos. Este hecho haría poco probable la presencia de un santuario filisteo en el entorno de la Bahía de Cádiz.

Al menos eso es lo que se pensaba hasta que, en 1986, el orientalista belga Edward Lipiński publicó un artículo en el número 4 de Aula Orientalis, Revista de Estudios del Próximo Oriente Antiguo, titulado Guadalhorce une inscription du roi d’Eqron?  En él, analiza las palabras grabadas en un fragmento de cerámica encontrado en el yacimiento del Cerro del Villar, en la localidad malagueña de Cártama, en la desembocadura del río Guadalhorce.

Según Lipiński, el texto en cuestión haría referencia a un rey de Ecrón, Ikausu, que en ese texto aparecería con el apelativo de «servidor de S», donde dicha S sería la primera letra del nombre de un rey asirio, que puede ser Asarhaddon o Assurbanipal, pero, en todo caso, algún monarca del siglo VII a.C., fecha en la que se ha datado el fragmento cerámico.

 

En base a su interpretación del texto, el orientalista formuló la hipótesis de que, efectivamente, existió un comercio regular entre «les ports levantins soumis aux rois d’Assyrie et les comptoirs phéniciens d’Iberie», llegando a postular que fue dicha actividad comercial la que llevó a Asarhaddon a afirmar su poderío en el Mediterráneo, desde Chipre y Jonia hasta Tarshish.

De la misma opinión es la historiadora francesa Josette Elayi, que, en su libro Histoire de la Phénicie (Librairie Académique Perrin, 2013.  ISBN-13: 978-2262036621), afirma:

Assadhaddon invocó al oráculo de Shamash para saber si debía concluir un acuerdo de comercio marítimo con dos fenicios de Chipre. Para subrayar la universalidad de su poder en el oeste, afirmó: «Todos los reyes de mitad del mar, desde Chipre y Jonia hasta Tarshish, están postrados a mis pies». Es, sin duda, a través de Tiro como obtuvo conocimiento de Tarshish, puerto del sur de España en contacto regular con la ciudad fenicia.

En caso de ser cierto el contacto comercial entre Asiria y Tartessos, y que este se verificaba a través del reino tributario de Ecrón, no sería descabellado pensar que los comerciantes filisteos quisiesen tener un templo dedicado a su dios Baal-Zebul, o Bol-Cebul, en sus destinos occidentales. Después de todo, los pueblos que se embarcaban en la aventura mediterránea necesitaban tener cerca a sus deidades para poder implorar seguridad en sus viajes de vuelta a casa con los productos adquiridos. Para tal fin, no se dudaba, incluso, en llegar a acuerdos con la población nativa para compartir sus templos. Un ejemplo lo tenemos en el puerto etrusco de Pirgi, en CaereVetus, donde se han hallado dos templos que compartían culto. Uno de ellos estaba dedicado a la diosa local Thesan y a la griega Leucótea; y el segundo, a la diosa etrusca Uni y a la fenicia Astarté. Con mayor razón, pues, podrían haber compartido recinto sagrado la púnica Tanit con su consorte Bol Cebul.

Si el dios local de Ecrón tenía carácter oracular, ¿sería posible que el famoso oráculo de Menesteo que citó Estrabón fuese el de Baal Zebul? No podemos olvidar que el oráculo de Melkart de Cádiz se erigió a semejanza del original tirio, el cual fue el que pronosticó el descubrimiento de aquella tierra en el lejano occidente.

¿Sería por eso que Alfonso X fundó a los pies del Cerro de Bol Cebul una villa denominada El Portal, a la que se retiraba en soledad para meditar y escribir? ¿Tal vez ese nombre haga referencia a algún portal que se abría en dicho cerro y que favorecía algún tipo de comunicación superior que guió al rey sabio?

Todas las respuestas están en el aire.



[1] Natan, Yoel.  Moon-o-theism, Volume II of II. 2006. Pag. 169. A través de: https://books.google.es/books?id=EsNv92MuRTUC [2020, 30 de octubre]

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